Junior lo buscó pero las cosas no se dieron. Jefferson Martínez atajó el cobro de Rafael Carrascal, Yeison Suárez y Jesús Rivas fallaron sus cobros.
En el Pascual Guerrero se vivió una noche de drama, tensión y emociones al límite. América de Cali, que había sacado una valiosa ventaja de 1-2 en Barranquilla, parecía tener la serie bajo control. Sin embargo, el fútbol volvió a demostrar que nada está escrito hasta el pitazo final.
Junior de Barranquilla llegó herido, pero con el orgullo intacto. Desde el primer minuto mostró que no venía a cumplir, sino a pelear por la clasificación. Los dirigidos por Alfredo Arias empujaron, presionaron y encontraron su premio al minuto 62, cuando José Enamorado, con frialdad y precisión, silenció el estadio con el 0-1 que igualó la serie global.
El golpe fue duro para los dirigidos por David González, que se vieron superados en varios pasajes del encuentro. Junior pudo liquidar la historia, pero la falta de eficacia y las manos seguras de Soto mantuvieron vivo al cuadro ‘escarlata’.
Sin diferencias en el marcador global, el destino de la llave se definió desde los doce pasos. Allí, el suspenso fue absoluto: gol a gol, error a error, la balanza se inclinó apenas al final. América, con temple y algo de fortuna, se impuso 8-7 en la tanda y selló su paso a las semifinales.
El Pascual explotó. Hubo lágrimas, abrazos y un suspiro colectivo de alivio. Junior cayó con la frente en alto, tras una demostración de carácter, pero el destino favoreció al rojo de Cali, que sigue soñando con una nueva estrella.
El fútbol, una vez más, recordó que hasta el último penalti, nada está decidido.